A más de cuatro décadas de conocer las primeras Jornadas Nacionales del Maní, Ricardo Pedelini recuerda la génesis de un encuentro que celebró una nueva edición: “Al principio éramos un grupo pequeño de técnicos interesados en probar semillas, agroquímicos y tecnologías. Un día, en el INTA, dijimos: ¿por qué no armamos algo y lo mostramos a la comunidad? Así surgieron las primeras jornadas”.
Los primeros desafíos y los pioneros
Según Pedelini, los inicios estuvieron marcados por la búsqueda de maní de calidad y por la profesionalización de la producción: “En ese momento se producía maní clorado, pero se empezaba a hablar de maní tipo runner para la confitería. Fueron los primeros pasos hacia un cultivo con estándares más altos”.
Destacó además a los pioneros que marcaron el rumbo: “Una de las empresas que primero apostó por la calidad fue Bella y Cia. SA, donde trabajaba Juan Soave, que vio el nicho para producir maní de excelencia”. La experiencia también incluyó viajes a Estados Unidos para aprender de las tecnologías de punta, y mejoras constantes en las primeras plantas, que eran mucho más pequeñas que las actuales.
Un crecimiento fulgurante
Pedelini resalta el avance tecnológico de la cadena: “Hoy las plantas argentinas están a la par de las de Estados Unidos: seleccionadoras modernas, materiales de última generación. El avance fue rápido y positivo”.
Sin embargo, también señala un desafío: la reducción del número de productores, a pesar del crecimiento del negocio: “La producción funciona bárbaro, pero los beneficiarios no son tantos. Antes había cientos de productores; hoy quedan muy pocos”.
Sustentabilidad y rotación
Sobre la sustentabilidad, Pedelini destaca que la expansión de la zona manisera permitió mantener superficies sembradas suficientes para rotación y calidad de la mercadería: “Antes el límite era local, hoy se trabaja en Buenos Aires, San Luis y La Pampa. Eso asegura la continuidad del cultivo y la rotación en el sistema agrícola”.
Testigo y protagonista
Para Pedelini, la historia del maní argentino no es solo técnica: es la memoria viva de un sector que creció junto a él. “He visto toda la película”, reflexiona, subrayando su rol como testigo privilegiado de la evolución de un cultivo que pasó de pequeños ensayos locales a convertirse en un referente mundial en producción y tecnología.