Lo sembraba su abuelo. Lo sembraba también su padre. Ahora, él, Rubén Borgogno, también lo cultiva y pretende que sus hijos continúen ese legado. El maní es religión en la provincia de Córdoba. Junto con la “tonada” (que arrastra las primeras vocales de las palabras) al productor cordobés le corre historia manisera por sus venas.
Casi el 80% del maní argentino se produce en campos de esta provincia mediterránea. La cadena manisera genera (según datos de la Cámara Argentina del Maní), 12.000 puestos de trabajo y es un producto que, en su mayoría (más del 80%) se exporta, puesto que el consumo doméstico es muy bajo.
En General Cabrera, en el centro-sur de Córdoba, Borgogno trabaja unas 3.000 hectáreas. Mitad propias (junto a su mujer) y mitad alquiladas. Allí, además de una agricultura gobernada por el maní (1.000 hectáreas), maíz (800 hectáreas) y soja (800 hectáreas) –también algo de trigo y esta campaña probó con garbanzo-, tiene ciclo completo de ganadería vacuna y un criadero de cerdos con 800 madres.
“Como agrónomo a mí siempre me gustó más la agricultura pero mi estrategia es diversificar, porque tener distintas actividades me da más seguridad y mi empresa corre menos riesgo”, contó Borgogno a Clarín Rural, mientras veía ir y venir la sembradora de maní.
Sin embargo, producto de la presión de enfermedades y por la necesidad de rehacer suelo (generar cobertura y trabajar en directa) los productores saben que un mismo lote se puede hacer maní cada 4 ó 5 campañas. Impera rotar.
La obligación de rotar hace que en campo propio pueda sembrar sólo 250 hectáreas (de las 800-1.000) de maní. El resto tiene que ser en campos alquilados. “Hay que fijarse bien que no sean campos que hayan tenido maní los últimos años y que no haya habido enfermedades”, advirtió Borgogno.
“Después de maní busco una cobertura rápida con trigo y luego maíz de segunda que se cosecha en julio-agosto y si, ya después, soja y maíz hasta que vuelve el maní”, repasó la secuencia Borgogno.
Entre las claves de manejo, el productor cordobés contó que el maní recibe una mínima labranza, “deben ser suelos arenosos, no limosos-arcillosos, que deben estar aireados para que después no se pegue la tierra a la caja, la vaina que contiene al maní”.
En cuanto a la genética, Borgogno lamentó no tener una “ley de semillas que permita el ingreso de variedades que se defiendan mejor ante enfermedades que complican al cultivo”. La viruela de la hoja es una de ellas y “requiere 3 ó 4 aplicaciones y la rotación de principios activos porque en seguida genera tolerancia”. Actualmente usa variedades tipo Runner (granoleico) que tienen un mayor porcentaje de ácido oleico confiriendo mayor estabilidad química y organoléptica.
Un tema en el que no se puede fallar para lograr un maní de calidad es en el manejo de malezas y como no hay variedades RR (resistentes al herbicida glifosato) hay que estar atentos, incluso haciendo cortes manuales porque, encima, el maní es un cultivo que demora mucho en cubrir el surco.
Al referirse a la rentabilidad, Borgogno sabe que “el maní es un cultivo caro con alquileres de 700 a 1.000 dólares por hectárea cuando para hacer maíz y soja no llega a los 300”. Pero además, lleva muchos kilos de semilla, más el control de malezas y enfermedades exhaustivo. “Una hectárea de maní hoy en campo alquilado cuesta entre 1.400 y 1.600 dólares, encima, a partir de esta campaña se sumaron las retenciones y nos sacaron el reintegro de 2-3%”, explicó el productor.
En cuanto al negocio del maní para los productores, Borgogno advirtió que “hoy, la mayor parte de la superficie está sembrada por los grandes exportadores como AGD, Prodeman, Olega, etc, y cada vez quedan menos pequeños y medianos productores maniseros”. Y agregó: “Se hace difícil competir, pero yo comercializo a través de Cotagro, una cooperativa que representa el 7-8 % del mercado y cuenta con el aporte de varios productores”.
Argentina representa sólo el 3% de la producción mundial de maní, detrás de China (40%), India (14%), Nigeria (7%) y EE.UU. (6%); sin embargo, como el consumo interno es tan magro (4 kilos/año en China o EE.UU. y sólo 200 gramos/año en Argentina), es el segundo exportador mundial detrás de India.
Se estima que para 2018/19 la superficie de maní en Argentina caerá 16% (de 423.000 ha a 355.000). Hay que recordar que la 2017/18 fue muy mala por la sequía. Sin embargo, Borgogno cree que podrán lograrse rendimientos de 30 quintales/hectárea (la media es 22, y el año pasado muchos por la falta de agua se quedaron en 13 qq/ha) que permitan conseguir buenos márgenes.
Por Juan Ignacio Martínez Dodda – Publicado en Clarin Rural ( www.clarin.com )