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Carbono orgánico: aliado de nuestros suelos

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Este elemento químico es clave para lograr una alta calidad de los suelos. Entre sus diversos beneficios permite mejorar la infiltración del agua, disminuye la erosión eólica e hídrica y es fuente de nutrientes de los cultivos. Con adecuadas prácticas de manejo, se puede mejorar su contenido.


Cecilia Nasser Marzo, asesora de CREA Región Centro e integrante del Consejo Regional de Conservación de Suelos de Río Cuarto, explica que cuando hablamos de carbono orgánico, nos estamos refiriendo a la materia orgánica del suelo, "ya que el 58% de la misma está formada por cadenas carbonadas de diferente grado de descomposición o complejización".
 
¿En que radica su importancia?
Según la ingeniera, el carbono orgánico del suelo (COS) es un elemento clave para lograr alta calidad de un suelo "ya que afecta sus propiedades, las que se relacionan con el rendimiento sostenido de los cultivos". En este sentido "mejora la estructura del suelo favoreciendo la infiltración, redistribución y retención del agua dentro de este; es fuente de nutrientes y energía para plantas y microorganismos del suelo; disminuye la compactación y la erosión tanto hídrica como eólica; y permite regular el pH y la temperatura del suelo, entre otros”.
 
Por su parte, la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) reconoce que los suelos agrícolas son uno de los principales depósitos de carbono del planeta, lo que contribuye significativamente a disminuir la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera y a mitigar el calentamiento global.
 
¿De qué depende el contenido de carbono orgánico en un suelo?
 “El carbono orgánico del suelo puede ser interpretado como el resultado de un balance entre pérdidas y ganancias” aclara Cecilia, proceso mediado por microorganismos que habitan en este recurso natural. En sistemas agropecuarios, las ganancias, "están dadas por los residuos vegetales aéreos y de raíces que quedan luego de la cosecha de una pastura; la biomasa generada por cultivos de servicio (llamados también “de cobertura”); por las heces animales y la degradación de restos de insectos habitantes del suelo", explica la Ingeniera. En contraposición, las pérdidas de carbono, son las que “se producen por respiración de los microorganismos mencionados, y por la erosión eólica e hídrica", agrega.
 
¿Podemos contribuir a mejorar los contenidos de carbono?
Según Nasser Marzo, quien también estudia el COS en la región Centro Sur de Córdoba en el marco de un Convenio de Cooperación entre CREA Región Centro y la UNRC, la cantidad de carbono depende de características propias de los suelos, del clima y de las prácticas de manejo que se lleven a cabo."La cantidad de arena del suelo, los regímenes de precipitaciones y las temperaturas son los principales factores que afectan directamente el contenido de este elemento químico en el suelo. Es así que las regiones con suelos más arenosos, con menos precipitaciones y/o altas temperaturas, poseen menos carbono".
 
En otro orden existen herramientas de manejo para mejorar los aportes de carbono y reducir sus pérdidas, "las cuales están al alcance y se enmarcan dentro de las buenas prácticas agropecuarias”, señala la profesional.  Algunas de estas son: el uso de sistema de siembra directa (diferente a 'sembrar directamente'), las rotaciones con mayor número de cultivos por año, el uso de cultivos de servicios (llamados también “de cobertura”) y de pasturas; ya que generan aportes continuos de carbono y disminuyen la temperatura y el riesgo de erosión.
 
"Es primordial que el suelo esté cubierto la mayor parte del tiempo”, enfatiza Cecilia". Y aclara "si se remueve el suelo (como por ejemplo después de la cosecha de maní o confección de silaje) sí o sí debe sembrarse inmediatamente un cultivo posterior que aporte biomasa".
 
Un estudio presentado por Duval, confirma lo mencionado. El uso de buenas prácticas agrícolas aumentó los contenidos de carbono de un suelo en un 21%, en contraposición de uno que no las aplicaba.
Ensayo de cultivos de cobertura sobre antecesor soja.Testigo (izquierda) y centeno de cobertura (derecha).
 
Calidad del suelo y productividad de los sistemas
Por otro lado, “mientras más productivos sean los cultivos en rotación, mayor biomasa producirán y mayor será el aporte de carbono realizado", afirma Cecilia. Diferentes técnicas ayudan a lograr este objetivo, entre ellas se encuentran: la participación de gramíneas en rotación, el uso de especies con mayor desarrollo radicular, la fertilización estratégica de los cultivos ("de modo tal que los nutrientes sean aprovechados por las plantas y convertidos a biomasa"), la elección de fechas de siembras y variedades e híbridos adecuados para cada zona, y la siembra cortando la pendiente.
 
Los datos demuestran que existe una retroalimentación positiva entre calidad del suelo y productividad de los sistemas."Ahora la invitación es a pensar al carbono orgánico de nuestros suelos como un aliado estratégico en la toma de decisiones”, concluye la ingeniera.
 

Soja sobre rastrojo de maíz (1 cultivo por año)


Soja sobre rastrojo de trigo. (2 cultivos en 1 año)

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