El reporte indica que el maní registra una reducción de área respecto a la campaña anterior, en un movimiento que responde principalmente a dos variables: la relación precio–rentabilidad, que este año tuvo un peso mayor en la planificación de los productores, y la reorganización de esquemas de rotación tras campañas previas muy marcadas por la variabilidad climática. No se trata de un retroceso abrupto, pero sí de un ajuste firme en la intención de siembra.
A nivel productivo, los lotes implantados presentan en general una muy buena condición, con numerosas calificaciones “excelentes” en el arranque del ciclo. Sin embargo, el informe advierte que se registraron emergencias irregulares en sectores donde las temperaturas bajaron por debajo de lo esperado, afectando la germinación y el establecimiento del cultivo.

Las precipitaciones del mes previo dejaron un mapa muy diverso dentro de la provincia: zonas que lograron humedad adecuada para la siembra temprana y otras que quedaron condicionadas, esperando eventos de lluvia que permitan completar la implantación con mayor seguridad. Esta heterogeneidad territorial será una de las claves que marcará el desempeño del cultivo en las próximas semanas.

De cara a lo que viene, el maní dependerá de tres factores críticos:
- La consolidación de lluvias que estabilicen la humedad del perfil.
- El comportamiento de las temperaturas, especialmente durante las primeras etapas de crecimiento.
- La evolución de las condiciones de mercado, determinantes en la toma de decisiones productivas.

A pesar de las dificultades iniciales, el cultivo mantiene un buen punto de partida, con lotes bien establecidos donde el clima acompañó. Si las precipitaciones se normalizan y la temperatura se estabiliza, el ciclo puede encaminarse sin mayores sobresaltos. Por ahora, el maní transita un comienzo de campaña marcado por ajustes en superficie y una implantación que avanza al ritmo que permite el clima.


















