Desde hace poco más de 40 años la región pampeana, y puntualmente la provincia de Córdoba, ha tenido un crecimiento exponencial en el desarrollo de la agricultura. En la década del ‘60 Córdoba tenía un millón de hectáreas de cultivo de verano y ahora llega a los 7 millones de hectáreas. Esta expansión llevó a incorporar a la actividad suelos con algún tipo de deterioro, ya sea por inundación, por erosión hídrica o erosión eólica. Problemas que se han hecho más evidentes en los últimos años al realizar un uso intensivo de tierras frágiles.
Eugenio Fernández, Director de Conservación de Suelos y Manejo de Agua del Ministerio de Agricultura y Ganadería de la Provincia de Córdoba, explica que estos tipos de deterioro del suelo abarcan diferentes zonas de la provincia y en cada una se desarrollan estrategias propias para hacerle frente. “En el caso de las zonas con anegamientos están los Consorcios Canaleros, que se ocupan del drenaje de agua excedente y demás. En la zona de erosión eólica se llevan adelante cultivos de cobertura y una serie de prácticas particulares. Y en la zona que llamamos pie de monte, donde hay erosión hídrica, están los Consorcios de Conservación de Suelos, que son asociaciones de productores dentro de una misma cuenca hídrica que tienen un plan que busca, por un lado, minimizar los escurrimientos superficiales y, por otro, ordenar esos escurrimientos en base a microembalses y canales para que no causen daño”.
¿Por qué una asociación para enfrentar el problema de los excesos hídricos?
Se requiere de una acción conjunta entre los productores o propietarios de los campos ya que el que está más arriba escurre agua al que está más abajo y así sucesivamente, y se van incrementando los caudales y los deterioros. Entonces en ese caso hace falta una acción cooperativa, que en este caso la coordina el Consorcio de Conservación de Suelos, que opera a nivel de cuencas con un plan de gestión apropiado para tal fin.
¿Cómo es la cuestión legal?
El consorcio está aprobado por ley. Deben tener un plan en común y acciones comunes; todos actúan asociativamente. Todo esto en relación a los productores y el Estado en el marco de la ley.
¿Y qué sucede con los Consejos? ¿De qué manera se establecen y delimitan?
La ley de suelos establece la posibilidad de creación de consejos regionales. Por razones prácticas se fueron armando por departamento. Hoy existen cuatro: Río Cuarto, Gral. Roca, Roque Sáenz Peña y Juárez Célman. Los consejos son primordialmente asesores. Conocen del tema, están en la zona afectada y pueden ayudar a la autoridad de aplicación de la ley de suelos en un ida y vuelta, como proponer soluciones, capacitar y difundir actividades y programas, promover la formación de nuevos consorcios. Es decir, todo lo que ayude a promover las políticas públicas de conservación del suelo desde el Estado al productor.
En este ida y vuelta que menciona, el Ministerio brinda apoyo a los Consejos para su funcionamiento, ¿cuál es el balance que hace al respecto y qué perspectivas tienen para el próximo año?
Estamos trabajando fuertemente y convencidos de estar en el camino correcto. En el año 2008 se creó la Dirección de Conservación de Suelos dependiente del Ministerio de Agricultura de la provincia, y se empezó a trabajar de una manera mucho más sistemática en conservación de suelos. Y la verdad que hemos venido trabajando bastante bien, cada año duplicando el presupuesto. Por eso el año que viene estaremos en una posición mejor que el 2017 para poder hacer frente a todos estos problemas.
¿Cuál sería su mensaje para los productores?
La agricultura moderna ha hecho que cada vez infiltre menos agua y escurra más, y la conservación de suelos debe ser, precisamente, revertir eso. Y empieza con una responsabilidad y un compromiso propio del productor en su campo. Hay una regla de oro que dice que el agua debe infiltrar donde cae y no escurrir, de manera tal que hay acciones que debe tomar individualmente, como las buenas prácticas: la rotación de cultivos, los cultivos de cobertura, etc. La suma de esas acciones individuales provoca un efecto colectivo. Es decir, debe haber un compromiso individual en favorecer la infiltración del agua en el campo y ser responsable a la hora de ordenar los excedentes para que no vayan a los caminos. Esto llevado adelante de manera conjunta con los consorcios y consejos.
No vamos a encontrar soluciones hasta que no seamos conscientes de qué parte del problema es de cada uno. Siempre alguna partecita es nuestra responsabilidad y, por mínimo que sea, algo podemos hacer.