Con más de 60 millones de hectáreas aptas para la agricultura, la Argentina es uno de los pocos países del mundo que contiene los 12 tipos de suelos conocidos. Sin embargo, en la actualidad sólo 32 millones son cultivados.
Para estudiarlos, entender su evolución y el impacto de las prácticas agrícolas, el Instituto de Suelos del INTA presentó una colección que pone en valor la diversidad de ambientes que hay en todo el territorio nacional. Sin precedentes en el país, la edafoteca guarda más de 15 mil frascos que contienen la historia de casi todos los rincones del país.
Miguel Taboada, director del Instituto de Suelos del INTA, destacó la importancia para un país agroexportador como la Argentina de contar con un sistema que organice y actualice sistemáticamente la calidad de sus suelos. “Lo interesante de esto es que, tener un archivo vivo, nos permite analizar los grandes cambios en el uso de la tierra y observar las procesos de degradación que se dieron en las últimas décadas”, señaló.
Con porciones recolectadas desde la década del ´60 en la provincia de Buenos Aires y otras representativas de la Antártida Argentina y las Islas Malvinas, la edafoteca del INTA almacena más de 15.000 fragmentos de suelos de todo el territorio nacional. “Por lo pronto, la edafoteca pondrá énfasis en suelos de la región chaco-pampeana y mesopotámica, donde prevalecen suelos del órden Molisoles”, señaló Taboada y agregó: “También hay muestras de Vertisoles, Alfisoles, Entisoles e Inceptisoles”.
La nueva biblioteca del INTA permitirá guardar una muestra de suelo identificada con características, origen geográfico y fecha de recolección. “Cada fragmento posee su propia información química, física y biológica”, expresó Taboada y destacó: “Esto tiene un valor científico y académico enorme”.
De acuerdo con Daniel Carreira, coordinador de la Red de Laboratorios de Suelo, Agua y Material Vegetal (RILSAV) del INTA, “en una edafoteca no se guarda cualquier muestra, sino aquellas que tienen un valor particular, ya sea porque fueron extraídas hace mucho tiempo –valor histórico–, porque provienen de un suelo en condición natural –valor prístino– o porque representan un estado de uso agropecuario determinado –valor edáfico–”.
Una biblioteca de suelos es nada más y nada menos que un edificio especialmente habilitado y equipado para conservar y almacenar muestras identificadas con sus características, origen geográfico y fecha de recolección.
“Lo interesante es que esta herramienta nos brinda la posibilidad de ´volver a visitar’ determinados sitios y monitorearlos para evaluar su evolución”, indicó Carreira quien aseguró: “Se podrá comparar entre la situación inicial, ya sea de fertilidad, contaminación o preservación, y la actual”.
Todos los suelos en un solo lugar
Gracias a los primeros trabajos y relevamientos de suelos, que se iniciaron en la década del ’60, el Instituto de Suelos es el encargado de guardar gran parte de la historia de la ciencia y productiva de la Argentina.
Antes de almacenarlos es necesario poder clasificarlos. Para eso, se utilizan los parámetros definidos en el Soil Taxonomy, del USDA (Departamento de Agricultora de los Estados Unidos, por sus siglas en inglés); por lo que la recolección incluye una serie de análisis físicos y químicos que permiten definir a qué orden, suborden, grupo, gran grupo, familia y serie corresponde. “Esto significa que, de cada porción que tenemos guardada, sabemos exactamente desde donde proviene”, afirmó Carreira y agregó: “Es más, las colecciones tienen análisis de pH, salinidad, materia orgánica, nitrógeno, fósforo asimilable, Calcio, Magnesio, Sodio y Potasio, composición granulométrica (Arcilla, Limo y Arena) y otros parámetros ligados al tipo de suelo estudiado”.
En el edificio, las muestras se conservan con un porcentaje mínimo de humedad para mantener la estabilidad de las propiedades, especialmente las químicas y biológicas. “Poder restituir parte de la microflora conservada en muestras antiguas abriría paso a nuevos estudios sobre la evolución de la biodiversidad microbiana”, explicó el coordinador de la RILSAV.
En América Latina, el Embrapa –Brasil– tiene una Soloteca, un edificio que posee alrededor de 30.000 muestras resguardadas para los investigadores. “En comparación, la edafoteca del INTA es más pequeña pero esperamos, en los próximos años, ampliarla”, confirmó Taboada quien explicó: “La integración con el Sistema de Información de Suelos de INTA (SISINTA), la va a convertir en una herramienta de consulta permanente para, por ejemplo, monitorear la evolución en el tiempo de la calidad de nuestros suelos”.
La información resguardada servirá para estudiantes, investigadores, tesistas, decisores gubernamentales y organismos de planificación y desarrollo productivo. Por esto, “pensamos en la creación de una edafoteca multisitio, que permita a todos los laboratorios integrantes de la Red resguardar sus muestras bajo un mismo protocolo de gestión y con una base de datos común”, expresó Carreira.